domingo, 12 de septiembre de 2010

El ser y el todo - I

Cada día siento a Borges como una suerte de ente entre nosotros. Obviamente recae un clima metafísico en esta perspectiva, una mezcla de ceguera y tiempo, daltonismo y perpetuación. Un clima cíclico, donde intentamos mechar esa mística de la Antigüedad y un clima que roza lo escatológico donde Bradbury/Orwell pasan a ser profetas de algo que no sabemos que es. Entre no videntes, donde la luz rebota hasta marear, caemos. Afrontamos rachas épicas, donde caballos virtuales de infinitos colores se intercalan junto a la Troya 2.0 que se muestra seductora y misteriosa. Pero no todo corre por lo ficticio, ya que hay días donde uno quiere contar las monedas, llegar hasta la terminal de ómnibus más próxima y disparar su suerte arriba de un micro de dudoso destino. Esta imagen podrá ser recurrente, llevando a Freud y a movimientos obsesivos donde salir de ahí sería épico, glorioso, remontándonos a Ulyses en nosotros, a la poesía del comienzo, a la daga veneciana penetrando sin dejar salir la sangre, donde todo es negro y un caballo blanco trota llegando a tu salida, tu paz: una nueva odisea podrá comenzar.
Pero,- ¿cuánto aguanta un corazón? Es elogiable cada paso, cada bocanada que uno logra producir con un interior desgarrado, pero vivo. No hablo de los cobardes Lacanianos, sino de aquellos que siguen, esperando o simplemente recayendo en algo similar a la fe para soñar que el cuerpo se irá reconstruyendo solo, sin ayuda de vendas y gasas, como si un sin fin de pequeños obreros céntricos experimentaran épocas de default, devaluación y riesgo interno, trabajando horas extras en la explotación constante que nosotros ejercemos sobre ellos: un ejército de reserva siempre presente para que podamos salir adelante (').











(')- [1] Si el ejército de reserva no existiese, podría llegar un suicidio interno/externo. En esta misma perspectiva, si ocurriese un paro general de nuestros diminutos obreros internos, uno podría colapsar y perder sentidos, emociones…

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